"El mundo se desangra y necesita ayuda ya".
Duras palabras de advertencia de un líder humanitario sacudido por una guerra brutal y que vive bajo la sombra de una pandemia mundial.
Estas palabras no las escribí yo. Fueron escritas en 1919 por Henry Davison, el líder de la Cruz Roja Estadounidense.
Su gran idea era que las sociedades de la Cruz Roja de todo el mundo -que se establecieron después de que el Movimiento fuera creado por el Premio Nobel Henry Dunant en 1863- debían unirse como una fuerza para el bien en todo momento, y no sólo durante las guerras. Davison creía firmemente que la amabilidad, la bondad y la experiencia de las personas voluntarias de la Cruz Roja debían beneficiar a la humanidad también en otros momentos.
Así nació la Liga de Sociedades de la Cruz Roja, el 5 de mayo de 1919. Las Sociedades de la Cruz Roja fundadoras fueron cinco: las de los Estados Unidos de América, Italia, Japón, Francia y el Reino Unido. A finales de ese año, la Liga contaba con 30 miembros.
La Liga cambió su nombre por el de Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja -la IFRC- en 1991. Ahora tenemos 192 Sociedades Nacionales miembros, y más en formación.
El núcleo de la idea sigue siendo el mismo, mientras que el alcance de la red de la IFRC ha crecido enormemente, tanto en dimensión como en impacto.
En 2020, 14,9 millones de personas voluntarias de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja prestaron asistencia a más de 688 millones de personas en casos de desastre y otras intervenciones de emergencia; a unos 306 millones en actividades de salud, y a 125 millones en asistencia de agua potable y saneamiento.
Son cifras impresionantes, pero la magnitud de las necesidades humanitarias sigue creciendo cada año. En estos momentos, innumerables personas de todo el mundo necesitan ayuda urgente.
El conflicto en Ucrania y la presión ejercida sobre sus países vecinos es sólo un ejemplo. Los persistentes daños físicos, sociales y económicos infligidos por la pandemia mundial de COVID-19 es otro. Junto a estas catástrofes está la amenaza siempre presente, y cada vez más grave, del cambio climático.
Con retos como estos, ¿puede una idea sencilla -como la que dio lugar en 1919 a lo que hoy se conoce como la IFRC- seguir ayudando a sanar el mundo? Creo que sí, y lo hará. Sabemos lo que funciona, y lo hemos demostrado durante más de un siglo.
Es un ser humano que tiende la mano para apoyar a otro ser humano en crisis, a nivel comunitario, donde siempre es más necesario.
Es garantizar que el voluntariado y las organizaciones locales tengan los recursos, la formación y el apoyo internacional que necesiten para responder a las catástrofes y las crisis. Es asegurarse de que sus voces sean escuchadas y sus intereses representados en la escena internacional.
Y es trabajar para llevar ese apoyo a las comunidades y personas más marginadas, sin importar dónde se encuentren y sin discriminar quiénes son.
Es, sencillamente, amabilidad y bondad.
Me incorporé a mi Sociedad Nacional, la Cruz Roja de Nepal, como voluntario hace más de tres décadas. Se confiaba en mí -y por lo tanto podía conocer y apoyar a las personas más necesitadas- porque formaba parte de su comunidad, hablaba su idioma y entendía sus preocupaciones. Y la clave para entender lo que la gente necesitaba era la amabilidad.
A lo largo de los años, la IFRC ha evolucionado junto a las comunidades a las que apoyamos. Hemos adaptado nuestras formas de trabajo, ampliado nuestra experiencia a medida que surgían diferentes vulnerabilidades y factores de estrés, y hemos sido lo suficientemente ágiles como para ser pioneros y luego incorporar nuevos enfoques de apoyo humanitario.
Hemos liderado el desarrollo y la aceptación generalizada de la asistencia en efectivo como la forma más eficaz y respetuosa de apoyar a las personas necesitadas. Después de todo, las personas que lo han perdido todo en una catástrofe o un conflicto no deberían perder también su dignidad.
Además, estamos impulsando un cambio en la forma de gestionar y reducir los riesgos de catástrofe a través de la acción anticipatoria, en la que se apoya a las comunidades locales para que reduzcan sus riesgos y se puede activar la financiación inmediata una vez que se alcanzan los umbrales medidos científicamente.
Nada de este trabajo sería posible sin la amabilidad de nuestros 14,9 millones de voluntarios comunitarios de la Cruz Roja y la Media Luna Roja.
En el Día Mundial de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, el 8 de mayo, animaremos a las personas de todo el mundo a creer en el poder de la amabilidad y la bondad y a que #SeamosAmables.
El mundo sigue sangrando. Sigue necesitando ayuda. Pero hay casi 15 millones de razones para creer en la bondad, y para tener esperanza.
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Si quieres leer más sobre la historia de la IFRC, visita nuestra página de historia y archivos.
Y consulte el hashtag #SeamosAmables en todos los canales de redes sociales esta semana para ver cómo nuestras Sociedades Nacionales están celebrando el Día Mundial de la Cruz Roja y la Media Luna Roja.