Excelencias, damas y caballeros,
Es muy bueno estar aquí en las hermosas Bahamas.
Bahamas - gracias por acoger esta conferencia. Aprovecho esta ocasión para felicitar a las Bahamas por los 50 años de su Independencia.
Presidenta Terez Curry, Vicepresidente de la IFRC Miguel Villarroel, Dra Judith Carvajal, Vicepresidenta del CORI, miembros del Consejo de Dirección y presidentes de las Comisiones y Comités de la IFRC, George Weber Vicepresidente de la Comisión Permanente, Giles Carbonier Vicepresidente del CICR, líderes de las Sociedades Nacionales, personal y voluntariado; y mi increíble equipo de la Secretaría de la IFRC dirigido por Martha Keays - rindo homenaje a ustedes, que han demostrado un liderazgo increíble en estos últimos años - a través de la pandemia COVID-19 y tantas otras crisis agravantes.
Les doy las gracias por centrarse en hacer lo correcto para las personas a las que servimos y por su inquebrantable compromiso con sus comunidades.
La región de las Américas es vibrante, rebosante de comunidades diversas y de una extraordinaria capacidad de recuperación.
También es una de las regiones más desiguales del mundo, azotada por una compleja red de crisis que está incrementando las necesidades humanitarias y repercutiendo negativamente en la vida, los medios de subsistencia y la dignidad de las comunidades.
La crisis climática, con el aumento de las temperaturas, los fenómenos meteorológicos extremos y la degradación del medio ambiente, está causando estragos en las comunidades y sus medios de subsistencia en toda la región.
La violencia endémica ha destrozado comunidades dejando cicatrices que perduran durante generaciones.
Ha aumentado la desigualdad y empeorado las condiciones socioeconómicas.
Está empujando a la gente a huir de sus hogares y ha contribuido directamente a la crisis migratoria más grave a la que se enfrenta la región de las Américas en su historia reciente.
En la actualidad, 3 de cada 10 migrantes o solicitantes de asilo abandonan su país de origen por amenazas de violencia.
Lamentablemente, las mujeres e infancias se llevan la peor parte de esta terrible crisis.
Las trágicas y espeluznantes historias de las personas que conocí haciendo el peligroso viaje a través del paso del Darién el pasado agosto, se quedarán conmigo para siempre.
Cada día, alrededor de 1000 personas emprenden este peligroso camino en el tapón del Darién, en busca de seguridad, esperanza y nuevas oportunidades.
Sin soluciones políticas a la vista y con menos recursos disponibles, el sistema humanitario mundial se tambalea bajo la presión de satisfacer las necesidades de asistencia y protección de las personas en estas circunstancias.
Sin embargo, 35 Sociedades Nacionales de esta región, lamentablemente sólo 34 en la actualidad, han demostrado que podemos hacer frente a estos retos prestando una amplia gama de servicios que atienden las necesidades básicas de las comunidades.
Desde la gestión de bancos de sangre, clínicas, hospitales y ambulancias hasta la dirección de operaciones de búsqueda y rescate, el apoyo a las personas que se desplazan, la gestión de instituciones de enfermería y el desarrollo de soluciones para hacer frente a la crisis climática y la violencia, las Sociedades Nacionales desempeñan un papel crucial.
IFRC se enorgullece de apoyar estos esfuerzos a través del Fondo de Emergencia de Respuesta a Desastres, el Fondo de Desarrollo de Capacidades, los Llamamientos de Emergencia y nuestros planes unificados anuales.
Para hacer frente a las crecientes necesidades migratorias, estamos ampliando nuestros Puntos de Servicio Humanitario (PSH) para prestar servicios integradores y que salvan vidas a lo largo de las rutas migratorias.
Colectivamente, hemos llegado a millones:
Más de un millón de personas a través de programas para migrantes y comunidades de acogida.
Otro millón de personas a través de la respuesta a catástrofes,
Más de 3,5 millones de personas a través de programas de salud y bienestar.
Y los millones de personas alcanzadas durante la respuesta al COVID-19 y los esfuerzos de inmunización relacionados.
Pero no podemos dormirnos en los laureles.
Hoy nos enfrentamos a serios retos, tanto en nuestra capacidad para satisfacer las crecientes necesidades humanitarias como en nuestra capacidad para salvaguardar nuestros principios fundamentales.
En este contexto, hoy nos reunimos en esta XXII Conferencia Interamericana reconociendo la responsabilidad que tenemos, la solidaridad que debemos fomentar y el impacto que podemos crear en conjunto.
En primer lugar, la responsabilidad que tenemos es nuestra oportunidad de contribuir a algo más grande que nosotros mismos.
Nuestra red de la IFRC no se parece a ninguna otra.
Formamos parte de las comunidades a las que servimos.
Y somos la red humanitaria mundial más grande y mejor conectada.
Esta suma de acción local y alcance mundial convierte a las Sociedades Nacionales en auxiliares eficaces de sus poderes públicos en el ámbito humanitario.
Nuestra responsabilidad es llevar a cabo una acción humanitaria de calidad que marque una diferencia positiva en la vida de las personas, que reduzca sus riesgos y vulnerabilidades, y que potencie sus capacidades y su potencial.
Sólo tendremos éxito si nos mantenemos fieles a nuestros Principios Fundamentales.
Son los cimientos de una acción humanitaria justa e integradora.
Son los cimientos de la unidad, la confianza y la cooperación en nuestro Movimiento.
Son nuestra brújula moral.
Sin ellos, nuestra credibilidad queda en entredicho y nuestra capacidad para llevar a cabo una acción humanitaria neutral, independiente e imparcial se ve amenazada.
Debemos reafirmar nuestros Principios Fundamentales.
Pongámoslos en práctica en nuestro trabajo, hablemos de ellos en nuestros debates, vivamos según ellos, enseñémoslos, ayudemos a las comunidades, a los socios y a los donantes a comprenderlos.
En segundo lugar, la solidaridad está en el centro de todo lo que hacemos en toda la red de la IFRC.
La solidaridad y el compromiso con nuestra Estrategia 2030 y la Agenda para la Renovación nos han permitido responder a las múltiples crisis y desastres en esta región, prestar socorro a los necesitados y apoyar a las comunidades en su recuperación y reconstrucción.
La solidaridad también significa que mantenemos la unión dentro del movimiento.
Significa que anteponemos las necesidades de las personas a quienes servimos y que trabajamos para aliviar su sufrimiento.
La solidaridad nos permite aprovechar nuestros recursos colectivos, experiencia e influencia para llegar a más personas necesitadas, defender sus necesidades y aspiraciones y amplificar sus voces.
La solidaridad no es una opción. Es un deber moral. Lo necesitamos ahora más que nunca.
En tercer lugar, nuestro impacto.
Nuestro éxito se mide por los resultados que conseguimos para las personas a las que servimos.
En esta era de cambios acelerados y divisiones políticas cambiantes, debemos centrarnos en la rendición de cuentas, la agilidad, el compromiso y la innovación, que son elementos importantes de nuestra Agenda para la Renovación.
Para ello, la IFRC trabaja para y con las Sociedades Nacionales.
Hemos invertido en la ampliación de la digitalización, la gestión de riesgos, los nuevos modelos de financiación para una mayor agilidad, rendición de cuentas e impacto para llegar a las comunidades a las que servimos.
Utilizamos estos recursos para fomentar el aprendizaje y fortalecer las capacidades de las Sociedades Nacionales, para que sean líderes en el ámbito humanitario, no solo en la respuesta, sino también en el fomento de la resiliencia, los datos, la influencia, la colaboración y la innovación.
Esto me lleva a hablar de nuestro voluntariado, la cuerda de salvamento y el latido de nuestra red.
Más del 50% de nuestras personas voluntarias son menores de 30 años.
Las personas jóvenes aportan energía, conocimientos tecnológicos y soluciones innovadoras.
Aprovechemos hoy sus capacidades, démosles oportunidades para que nos guíen hacia un futuro más justo y equitativo.
Colegas, nuestro impacto debe consistir en ampliar nuestra actuación, garantizando al mismo tiempo la calidad, la pertinencia y la sostenibilidad de nuestras acciones.
Ninguno de los obstáculos a los que nos enfrentamos hoy es insuperable.
Disponemos de los conocimientos, los recursos, la experiencia y las capacidades para lograr el cambio.
Como dijo una vez la Madre Teresa: "Yo sola no puedo cambiar el mundo, pero puedo arrojar una piedra sobre las aguas para crear muchas ondas".
Colegas, al igual que la Madre Teresa, atrevámonos todos a lanzar una piedra sobre el agua que cree colectivamente millones de ondas para hacer de este mundo un lugar mejor para todas las personas.
Gracias.