Son las 8 de la mañana de un apacible domingo en Copán Ruinas, una pequeña y pintoresca localidad del oeste de Honduras que fue una de las ciudades más poderosas del Imperio maya.
Los comerciantes empiezan a abrir sus puertas. Un puñado de mujeres y niños juegan en la plaza principal. Y muchos habitantes, con sus característicos sombreros de vaquero, salen a dar sus paseos matutinos.
Pero un hombre destaca con su chaleco y su gorra de color rojo vivo. Un gran emblema de la Cruz Roja y las palabras Cruz Roja Hondureña lucen orgullosos en la espalda. Observo un momento cómo charla con la gente del pueblo, que parece saludarle cordialmente con un apretón de manos o un choque de puños.
Foto: IFRC/Rebecca Cole
Lo alcanzo, le saludo amistosamente "¡Hola, amigo!" y me entero de que se llama Stanley. Es voluntario de la Cruz Roja desde hace más de 22 años y se dirige a una reunión con otras personas voluntarias y miembros del personal de toda la región. Me invita a visitar la filial local esa misma tarde para informarme de lo que hacen.
Y así lo hice. Y la bienvenida no pudo ser más cálida.
Durante el almuerzo supe que se habían reunido procedentes de toda la región para compartir sus historias, conocimientos y experiencias de apoyo a sus comunidades locales a través de diversas crisis y retos cotidianos.
Permítanme hablarles de tres de las personas que conocí: Mirian, Napoleón y Loany.
Mirian
Foto: Cruz Roja Hondureña
Mirian es la orgullosa presidenta de la Cruz Roja local de Copán y lleva más de 10 años como voluntaria. Su filial gestiona las dos únicas ambulancias de toda la ciudad, lo que significa que cuando alguien tiene problemas, es su equipo el que responde a la llamada.
Sin embargo, supervisa mucho más que los servicios sanitarios de urgencia. Su sección hace mucho por ayudar a la población local, incluidos los grupos indígenas que viven en las colinas de los alrededores y los escolares, para que estén preparados ante crisis, como huracanes e inundaciones.
Su filial también brinda asistencia al creciente número de personas migrantes que pasan por Honduras en su camino hacia el norte, entre otras cosas, a través de los Puntos de Servicio Humanitario, espacios estratégicamente situados donde las personas que migran pueden acceder a un apoyo seguro y fiable durante sus travesías.
Foto: Cruz Roja Hondureña
"Me motiva el humanitarismo, ver cómo la Cruz Roja es una organización llena de amor por los demás. Que somos personas dispuestas a darlo todo. Para mí, es lo mejor que me ha pasado: ser miembro de la familia de la Cruz Roja", dice Mirian.
Napoleón
Foto: IFRC/Rebecca Cole
Napoleón vive en San Pedro Sula, la segunda ciudad más grande de Honduras. Es un antiguo cámara que lleva cinco años trabajando como conductor voluntario para la Cruz Roja Hondureña.
Hace un par de años, Napoleón fue uno de los muchos voluntarios de la Cruz Roja Hondureña que respondieron a los devastadores huracanes Eta e Iota que asolaron la región.
Describe cómo condujo un gran camión de rescate a través de aguas tan profundas que el vehículo estuvo a punto de desaparecer. A pesar de las traicioneras condiciones, pudo llegar y ayudar a rescatar a muchas personas varadas, sus pertenencias y mascotas. También colaboró en las enormes tareas de recuperación y reconstrucción, ayudando a rehacer las vidas y los hogares de la gente.
Foto: Cruz Roja Hondureña
Napoleón lleva el orgullo del voluntariado escrito en la cara. Su sonrisa se dibuja de oreja a oreja cuando habla de apoyar a sus compañeros voluntarios y unirlos durante una crisis.
"Me gusta ser voluntario porque donas parte de tu vida y compartes sentimientos al ayudar a la humanidad. Te hace sentir bien, sentirte satisfecho, el hecho de poder ayudar", dice Napoleón.
Loany
Foto: IFRC/Rebecca Cole
Loany también trabaja en San Pedro Sula, pero su función es un poco diferente. No es voluntaria, sino empleada de la Cruz Roja Hondureña para ayudar a los voluntarios.
Trabaja con las filiales locales, como la de Copán, para mejorar su gobernanza, gestión financiera y movilización de recursos, de modo que sus voluntarios puedan prestar mejor atención y apoyo a sus comunidades.
Aunque no suene tan impresionante como vadear las aguas de una inundación para rescatar supervivientes, el trabajo de Loany no es menos importante. Unas filiales locales fuertes son la base de la red de la IFRC. Sin ellas, no podemos prestar el apoyo rápido, eficaz y local que las comunidades en crisis realmente necesitan.
Con un año de experiencia, Loany es relativamente nueva en la familia de la Cruz Roja. Le pregunté qué significa para ella trabajar en la Cruz Roja y si piensa seguir haciéndolo:
"Para mí significa amor, porque querer hacer las cosas bien, querer ayudar a otras personas vulnerables o en riesgo, nos hace dar lo mejor de nosotros mismos como personas. Entramos al mundo de la Cruz Roja y luego no queremos salir!", afirma.
Foto: Cruz Roja Hondureña
Al final de la reunión de voluntariado, el grupo se disuelve y se despide afectuosamente.
Emprendo el camino de vuelta a la plaza principal de Copán, pensando en una palabra que utilizamos a menudo en el sector humanitario: ‘localización’.
Es un término de jerga. Pero, ¿qué significa realmente?
Me doy cuenta de que, para mí, significa Mirian, Napoleón y Loany: tres personas que trabajan duro dentro de sus comunidades locales para hacer que la vida sea mejor, más segura y más brillante para quienes les rodean.
Y significa Stanley: un hombre que lleva años recorriendo las mismas calles de su ciudad natal con su chaleco de la Cruz Roja. Un hombre conocido, de confianza y respetado por su comunidad local, y que está a su lado, en los buenos y en los malos momentos.